domingo, 24 de julio de 2011

19 de Julio

19 de Julio

Las cinco de la mañana, quizás sean las seis. El tiempo parece jugar a escurrirse entre las manecillas del reloj y  los rayos del sol. El cansancio libra una batalla contra la ilusión y el entusiasmo, que borbotea y recorre todo mi cuerpo. Este cuerpecillo de adolescente, que  dos años atrás, se desvistió del traje de campesina dócil, para enfundarse las botas, pantalón militar y un arma, rumbo a la montaña. Nadie podía imaginar, que esa rebeldía que se refugiaba  en la montaña, clandestina y  perseguida , el 19 de Julio de 1979 iba a ser la gran triunfadora y libertadora del yugo yanqui y capitalista, que a través del somocismo, llevaba al pueblo Nicaraguense a tal extenuación y opresión, que no vió más salida, que las armas y la violencia.

Nadie sabe dónde estoy, mi familia lleva dos años sin saber de mi, pero es mejor así.  Mis compas, me advirtieron que si informaba sobre mi huida, incluso a mi familia, podrían sufrir torturas, y persecución por mi decisión. Quizás fuese mejor así, pensé. Nunca hubiesen entendido mi decisión, mi elección de participar por el cambio, por la libertad, esa palabra que mis padres, campesinos y analfabetos jamás vivieron. Hoy 19 de Julio, pienso en ellos, en estos años de sufrimiento por mi huída. Las noches sin domir de mi madre, pensando que habrá sido de su pequeña Lucia..mi padre, espectador inmóvil  del sufrimiento de mi madre y con  la impotencia de no poder hacer nada ,en un país en guerra. Mientras camino, ese dolor adquiere sentido, pienso que su dolor me sirvió para aferrarme mas aún a la lucha, aquellos días donde la desesperación, el cansancio y el peligro hacían mella en todo mi ser , hasta llevarme a la extenuación. Cuantas veces me pregunté porque lo hice, porque abandoné esa pobre, pero simple vida, por la lucha, la dureza de la vida en la montaña. Los días andando sin saber a dónde, los días sin comer, las noches de guardía, los tiros, la muerte de amigos, el disparo al enemigo. Caminando me viene a la mente, esa primera vez, que me tocó disparar. Era de noche, llovía y el ruído de las balas junto con los rayos, creaban una lírica destructora, amenazadora, como preámbulo de lo que fue para mi. Siempre escuché decir, que la  primera vez, jamás se olvida. No olvidaré el zumbido de la bala, que salió de mi arma, con rumbo a su cuerpo, al de aquel joven, del que no se su nombre, ni su pasado,ni  si tenia familia, ni el porque de su elección de estar ahí, frente a mi y no conmigo, defendiendo la libertad.


















¡Ya estamos cerca de Managua!- gritó mi compañero Justo. Cuantas veces, en mi hamaca, no había soñado con este momento. Caminar, rumbo a la capital, victoriosos, ganadores, triunfadores de nuestra revolución. El orgullo, desvanecía el dolor, las noches en soledad, la tristeza y las dudas que sembraban las tardes de asamblea en los campos de asentamiento.
Ya veo Managua. Se asoma asolada, gris, destrozada. Cuan parecida es a nosotros. En su belleza y monumentalidad, se ve frágil, débil. Cuanto camino queda por recorrer, pensé. Reconstruir Managua, es reconstruir Nicaragua, renacer de tantos años de dictadura y sometimiento. Derrepente, me vi en el campo, donde crecí, ayudando a mi gente, alfabetizando, repartiendo lo que era de todos, la tierra, el grano, ganado. La luz volvía  a brillar en todos los hogares, la libertad, la igualdad , dignidad, cultura, palabras que el pueblo nicaraguense no conocía, serían a partir de ese 19 de Julio, estandarte del nuevo  Estado, como lo fueron para nosotros.


La plaza está repleta de tanques, carros, camiones, amigos, guerrilleros, banderas rojinegras. La alegría y los cánticos de lucha ensordecen. La gente ríe, se abraza, se besa…la ultima imagen la realidad que me rodea. Mi cuerpo se emborracha de esta euforia. Veo a Nicolás, amigo de la infancia, que como yo, esa noche del 10 de Mayo, en la oscuridad de la noche, decidió abandonar su champa, para unirse a la lucha. Me agarra de la mano, me abraza. Siento su cansancio, su alegría, su miedo por el futuro que nos espera.

Subida en aquel tanque, con Nicolás y demás guerrilleros, diviso toda la plaza. Veo al comadante Daniel Ortega y a toda la alta militancia del frente. Apenas escucho el discurso, pero sus gestos me transmiten el orgullo, la alegría de nuestra victoria. Me imagino los próximos meses, como días de trabajo, reuniones, asambleas, discusiones, nombramientos…todo Nicaragua redirigiendo su futuro, escribiendo su propia historia, bajo libertad, igualdad y  respeto.
Treinta tres años después, aquella joven de dieciséis años, camina de nuevo a esa misma plaza. En el camino ya no me acompaña aquella arma, ni la mochila, ni el cansancio.  Todo ese equipo ha dejado paso es un celular que no deja de sonar,  un bolso lleno de cosas innecesarias, una agenda repleta de trabajo y un libro sobre cooperativismo rural, editado en 2009. Los compas que me acompañaban en aquella fecha, no están ahora, dejando paso a mi mayor tesoro, Claudia de 8 años y mi fiel compañero, marido y amigo,  Raul. Los tres vamos por el mismo camino, por la misma calle, que hace treinta tres años, me llevó a la victoria.
La Plaza, está llena de borrachos, gente tirada por el suelo, pobres, jóvenes gritando y bailando música electrónica. Sigo caminando, buscando algo que refleje aquella fecha, pero no encuentro nada. La esperanza, optimismo, euforia, empuje que irradiaba la multitud, ahora se ha vuelto radicalismo, manipulación y populismo. No reconozco el ambiente, el desorden , pero a la vez la seguridad y tranquilidad que emanaba de todos. Ahora me rodeo de caos, violencia, escepticismo…
En aquel momento, aparece una figura conocida, Daniel Ortega. Han pasado los años, cambiado como todos, pero con esa autoridad y semblante que siempre le categorizó. Escucho su discurso. Me invade una sensación triste y decepcionante. Un discurso populista, desfasado, autocrático y con tintes dictatoriales.
Viendome allí, treinta tres años después, no puedo dejar de pensar en el significado de aquel primer 19 de Julio y lo que queda de el. Aquella Revolución, aquella justicia confiscada por años dictatoriales, parece ahora alejarse de todos los que la liberamos. La educación para todos, derechos humanos, trabajo digno, igualdad…¿Dónde están?. De nuevo sigue en manos de algunos, nuevas manos, pero de vuelta, siguen siendo pocas las que manejan el devenir de mi pueblo. Me sigo preguntando si mereció la pena aquellos años de lucha, de guerra, muerte y dolor. Raul me devuelve a la realidad con un cálido abrazo, se enorgullece de aquellos años entregados voluntariamente a la causa. Se siente orgulloso de que una mujer, campesina, tomase la elección de dar su vida por un país, que no le había regalado mas que hambre y pobreza.
Supongo que nunca ninguna situación es del todo perfecta. Aquel idealismo que abanderamos aquel 19 de Julio, se ha visto interrumpido por los males que pueblan la política y la sociedad mundial, y en concreto la latinoamericana. Los malos de aquel entonces, como Somoza, imperialismo, dictadura, hoy son  otros. Algunos de los que defendieron la libertad, hoy tras devolverla, están cortando sus alas. Los que luchaban con y para el pueblo, están cada vez mas cerca de ese otro pueblo, el pudiente, aristocrático y galán.
Entre tanta decepción, sólo me queda la esperanza, de que como yo hace treinta tres años, un joven, sobrepasado por la situación, se arme de valor. Que los jóvenes, futuro de mi país, se armen  de fuerza y griten, como yo,  en contra de su realidad, alzando no un arma, sino portando con el, la mayor herramienta de cambio, las nuevas alas que nos eleven de nuevo, un libro, el conocimiento, la única fuente real de cambio.

Espero que la próxima vez que visite esta plaza, donde se alzó mi libertad y la de mi pueblo, me reecuentre con aquellos primeros sentimientos, con esa energía y estremecimiento que inundaba y recorría aquel  pequeño cuerpo de adolescente con alma revolucionaria.


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